Con el triste récord de 83 muertes en 12 años, la realidad de los buzos salmoneros involucra además duras enfermedades en los huesos que afecta a cientos de personas. Entrevista a Daniel Casado, cineasta que investiga el caso de los trabajadores de la salmoneras en el país vecino. 

Un vínculo profundo con el mar

Daniel Casado es documentalista y fotógrafo ambiental, pero ante todo es un hombre que vio de cerca cómo un paraíso marino puede volverse un territorio dañado. Registró basura en costas antes vírgenes, espumas tóxicas y residuos industriales flotando en el mar. Su historia comienza en el archipiélago de las Guaitecas, al sur de Chile, donde pasó siete veranos trabajando en un proyecto de turismo en una isla deshabitada. Allí, rodeado de fiordos, delfines chilenos y ballenas, forjó un vínculo profundo con el mar.

“Era lo más parecido a Avatar que puedo imaginar. Nos movíamos en kayak y hacíamos trekking”, recuerda. Pero ese paisaje prístino no tardó en romperse. “He visto todos los cambios en primera persona. Yo no he leído o me han contado cuáles son las consecuencias de las salmoneras. Lo he visto con mis propios ojos”, explica.

Del paraíso a la resistencia

En 2007, la industria salmonera chilena vivió su primera gran crisis: despidos masivos, embarcaciones sin trabajar y un daño ecológico visible. En ese entonces, Casado apenas comenzaba a conocer los efectos de la salmonicultura, pero cuando una de estas empresas se instaló en la Isla Jéchica, una zona supuestamente protegida, comprendió que lo que enfrentaba no era una industria cualquiera. “Hicimos de todo para frenar su instalación, pero avanzaron igual. Me di cuenta de que era una industria que hace lo que quiere. Una vez que entra la salmonera, ya no hay regreso”.

Daniel Casado tiene varios documentales sobre la temática, pero hoy en día está trabajando en otro aspecto que involucra a la industria, pero que no siempre está tan visible. “Siempre el foco del impacto salmonero se pone en el tema ambiental, pero me quise preguntar después de todos estos años: ¿qué pasa con las personas? Porque finalmente es una industria que promete desarrollo, pero lo que deja es pobreza, ecosistemas destruidos y modos de vida tradicionales arrasados”. En esta búsqueda de saber qué es lo que pasa con la gente, está llevando a cabo un fotorreportaje y una investigación sobre los buzos y el trabajo en las grandes granjas.

Enfermar para sobrevivir

“Las condiciones laborales de las personas en esta industria en general son muy malas, tienen turnos muy largos, viven en lugares aislados literalmente en los centros de engorde y me empecé a encontrar con que hay una gran cantidad de buzos que sufren una enfermedad que se llama osteonecrosis disbárica que es causada por las malas prácticas del buceo, donde exigen muchas más de trabajo, mucha mayor profundidad a lo que están habilitados por más tiempo y la verdad que no existe una autoridad que pueda controlar eso”. 

Según un informe de Ladera Sur, esta enfermedad degenerativa en los huesos “se propaga lentamente destruyendo el tejido óseo, provoca dolores fuertes y agudos, y puede dejarlos completamente inválidos”.

Daniel Casado se interiorizó en la temática para realizar la investigación. “Al pasar los 20 metros tienes que empezar a ver las tablas de descompresión, quedarte por cierta cantidad de tiempo a una profundidad indicada, para que tu cuerpo pueda descomprimir. Hay muchas, muchas personas enfermas en Chile. Te hablo de cientos. Son personas que están afectadas por la osteonecrosis disbárica, que ataca principalmente la cadera y los hombros, y, cuando se detecta la enfermedad, no hay ninguna solución posible más que el reemplazo de la articulación. En Chile, como tú te podrás imaginar, el acceso a un trasplante de cadera o de hombro es bajísimo”. 

En una granja marina, los buzos tienen varias tareas, entre ellas la reparación de las mallas loberas  (las mallas que ponen para evitar que entre los lobos marinos), reparaciones generales de las balsas jaula, retiro de mortalidad, entre otras. Siguiendo el relato de Casado, en Chile las salmoneras “subcontratan empresas que prestan servicios de buceo.

Vale decir, no son responsables del horario de esos trabajadores, pero sí les piden que terminen un trabajo en un tiempo determinado. Para lograrlo tienen que bucear por más horas de lo que es lo adecuado y por profundidades mayores a los que están habilitados a bucear. La gran mayoría son buzos artesanales pueden bajar hasta los 20 metros y en los reportes se encuentra que bajan a 30 o incluso más metros y por tiempos bastante prolongados, lo que les genera esta enfermedad degenerativa”.

“Es muy duro porque son buzos de toda la vida y de repente se encuentran con que no pueden bucear más y les dan pensiones miserables y ni siquiera le hacen el examen que detecta esta enfermedad a tiempo. Es realmente desolador el panorama y las industrias se lavan las manos porque ellos subcontratan a otras empresas.”

Una amenaza que no se detiene

Por otro lado, Chile encabeza el triste récord de muerte de buzos a nivel mundial. Según una reciente publicación de El Ciudadano, con las últimas dos buzos muertos en dos meses, los fallecimientos de buzos en Chile alcanzan los 83 en 12 años. “esto se produce porque por lo mismo que te explicaba antes que las condiciones de proceso no están supervisadas se quedan por más tiempo abajo muchas más horas de lo que es adecuado y a profundidades que ellos no están capacitados”, explica Daniel Casado.

Frente a este escenario, Casado celebró la decisión de Argentina de prohibir la salmonicultura en el mar, lagos, lagunas y ríos. “Fue una de mis mayores alegrías como activista. Fue un verdadero orgullo ver que los argentinos lograron frenar esta industria que en Chile ha sido devastadora”. Sin embargo, el fotógrafo alerta frente a los nuevos intentos por modificar la ley 1355. “Realmente espero que puedan detener esta industria porque una vez que entra no hay vuelta atrás. Se acabó: entran, destruyen, se expanden y van a otro lugar”.

Documentar el desastre

Frente a la impotencia institucional y la contaminación creciente, hace más de 15 años Daniel Casado tomó su cámara y comenzó a documentar. Fotografió basura en costas antes vírgenes, registró espumas tóxicas y residuos industriales flotando en el mar. 

Así nació su documental Estado Salmonero, que retrata otro de los momentos clave de esta historia: la crisis de 2016 en Chiloé. “Ese año ocurrió un envenenamiento después que la empresa botara más de 9 mil toneladas de pescados en descomposición. Aunque debían hacerlo a 75 millas de la costa, lo hicieron a solo tres. Las consecuencias fueron catastróficas: varamientos masivos de ballenas, jibias, cientos de toneladas de sardinas muertas y empezaron también a morir aves marinas. La isla entera se movilizó en una protesta histórica”. Casado logró registrar, convirtiendo esas imágenes en el libro Infamia y una exposición fotográfica que recorrió Chile y Estados Unidos.

Fuente: El RompeHielos