“La primera impresión es la tranquilidad de haber confiado en la Justicia, de que no hice nada, fue una locura que se vivió”, comienza diciendo, agregando en otra parte de la entrevista, “jamás hice mal a nadie, maltraté ni toqué a un alumno”, reitera. El profesor de música recuerda aún esa fatídica tarde del domingo 30 de agosto del 2015, “llegan a mi casa con gritos, vuela una piedra, y solo atino a encerrar a mi mujer y a mi chico en el baño, y me cagan a trompadas”. En ese tenso relato toma un respiro para recordar, “agradezco a la Policía que me salvó la vida, yo estoy vivo por ustedes les digo cada vez que me cruzo a uno de ellos”. “Sacan a estos tipos de mi casa, cae una policía a realizar un allanamiento y mi hermano se lleva a mi mujer e hijo, tapados, para que no me vieran, tenía el rostro desfigurado”, recuerda. “A partir de ahí caigo en el juzgado, previo que me intentaron pegar en el hospital, hablo con el juez y no sabían que hacer porque me andaban buscando para matarme. Fui a un lugar a resguardo y a partir de allí comenzó la investigación y yo escondido de la ciudad”, recordó. Sobre como surgió la acusación, señaló “No lo entendí nunca”, dice sobre una respuesta que buscó miles de veces, “la verdad no tengo ni idea, en casa y en familia conjeturamos mil cosas, pero ninguna que podamos entender”. En ese sentido ahora confirmó que continuará la faz penal y civil contra los padres que lo agredieron, “en primer instancia pienso en la faz penal, y en segunda en la civil por todos los que se prestaron a estos falsas denuncias sin fundamento, llegaba un momento en que la idea era solo sumar gente para tener elementos”, dijo, señalando respecto de la causa contra los padres, “quiero que ellos pasen por lo que yo paso, la primera consulta con el psiquiatra me dijo lo que vos viviste no tiene cura”, dice, y retoma diciendo, “el fallo no me liberó es algo que voy a llevar toda la vida”, agregó. Finalmente Monchietti señaló imposible de momento analizar su futuro profesional, “no lo sé, hoy me cuesta mucho pensarlo”, y reconoce estar aún sumido en el temor, “suelo evitar las aglomeraciones de personas, no me fui nunca de Río Grande, aprendí a moverme en los horarios en que no me cruzo gente, por mi tranquilidad, y la de mi hijo”. “El miedo está, no me lo puedo sacar de la cabeza. Veo 20 autos estacionados en La Anónima y no paso, prefiero ir a un mercadito mas chico, la mancha me la puedo sacar pero va a quedar la aureola, un vestigio, que alguien lo va a mirar y te va a decir ahí había una mancha”. “Me complicó todo, me sacó de mi vida. Esto fue el 30 de agosto, hasta mediados de octubre habían amenazado al juez de muerte si me dejaba libre, si yo ponía un pie fuera de mi casa había gente que me iba a matar. Le pasó a mi hermano en el laburo, que lo amenazaban, eso lo vivimos un mes o un mes y medio”. “Eso te va haciendo esconder no te deja salir, cada actividad que hago me pregunto a quien voy a ver”, dijo, confesando que le “cuesta manejar” el encontrarse en la calle con algún alumno “no se que hacer, no se como manejar la situación”. ]]>